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La preparación física. El Camino de Santiago no es un paseo exento de dificultades. Es cierto que, en principio, es factible para cualquier persona, tanto para aquellos que están acostumbrados a andar como para aquellos que no lo están. De todas formas, el sentido común no debe hacernos perder de vista que el esfuerzo que supone una peregrinación de este tipo requiere de unas condiciones físicas determinadas y que, por lo tanto, es necesaria una buena preparación previa, independientemente del punto desde el cual iniciemos el Camino. Recorrer a pie centenares de kilómetros día tras día no es trivial.

La preparación física es uno de los aspectos más importantes para lograr que la peregrinación sea un éxito. No sólo para tener la satisfacción de haberla podido finalizar, sino también para disfrutarla y, así, conseguir que se convierta, posiblemente, en una de las vivencias más gratificantes de nuestra vida. Una mala preparación, producto de la improvisación, puede obligarnos a abandonar o, lo que todavía es peor, puede convertir cada etapa en un calvario. Sin duda, la mejor manera de prepararnos es andando en condiciones similares con las que nos encontraremos. Por ejemplo, hacer excursiones por alguna zona de montaña que conozcamos bien, con el mismo calzado, indumentaria y mochila con que iniciaremos el Camino. También debemos cargar la mochila con el peso aproximado que pensamos llevar. Será conveniente realizar varias excursiones, a lo largo de las cuales iremos incrementando los kilómetros. Así, además de ponernos en forma, podremos determinar de qué forma reacciona nuestro cuerpo en estas circunstancias, y también si el calzado es el adecuado, si el peso es excesivo, etc.

El peso de la mochila. El peso de la mochila es, a parte de la preparación física, el aspecto más importante a tener presente antes de partir. Es necesario reducirlo al mínimo posible, intentando que no supere el 10% o 12% de nuestro peso corporal. En ningún caso debe exceder los 10 kilos, incluyendo el peso del agua. A pesar de que todos los libros y guías del Camino advierten de este hecho, son muchos los peregrinos que deben facturar a casa parte del material, en algunos casos después de haber recorrido tan solo una o dos etapas. Por lo tanto, debe evitarse llevar nada ‘por si a caso’. Además, a lo largo de Camino encontraremos todo tipo de establecimientos donde poder comprar, en un momento dado, aquello que nos sea necesario.

La disposición del material en la mochila. Lo más indicado será ir colocando el material en la mochila separado de forma funcional con bolsas de plástico (que no hagan ruido para no molestar a los compañeros de albergue), y poner las más pesadas en la parte inferior y más próxima a la espalda (para mejorar el punto de equilibrio). También nos resultará más cómodo disponer las cosas de tal forma que siempre tengamos la cantimplora y la cámara fotográfica a mano; así no será necesario descargar y cargar la mochila cada vez que queramos beber o hacer una fotografía.

La sujeción de la mochila. Este es un factor importante para evitar tanto la acumulación del cansancio como la excesiva carga en la espalda y los hombros. Para una correcta sujeción, primero aflojamos al máximo las cintas que se cuelgan a los hombros. Después desplazamos la cinta de la cintura a la altura del hueso de la cadera, teniendo en cuenta que una vez bien apretada nos sea posible tocar con los dedos el hueso por encima de la cinta. Apretamos fuerte esta cinta de la cadera y ajustamos las cintas de los hombros sin tensarlas, de tal forma que podamos poner sin dificultad los dedos entre estas cintas y el cuerpo. De esta forma conseguimos que la mayor parte del peso de la mochila se cargue directamente sobre las piernas, liberando considerablemente la espalda y los hombros.

La época del año. Cualquier época del año es buena para emprender el Camino. De todas formas, los meses de abril, mayo, junio, septiembre y octubre son los más recomendables, dado que la mayor parte de los albergues están abiertos y la climatología suele ser más favorable. En julio y agosto el calor es intenso, y también es más frecuente, en el Camino Francés, encontrar los albergues llenos, especialmente en Galicia. El invierno presenta algunas dificultades importantes: algunos albergues y otros servicios están cerrados, es necesario cargar con un buen saco y ropa más pesada, hay pocas horas de sol, algunos albergues no disponen de calefacción, y el clima es muy duro en determinadas zonas. Sin embargo, ésta es la mejor época para quien busca soledad y reflexión.

La alimentación. El gasto energético es muy superior al de la vida cotidiana y es necesario compensar esta pérdida con una buena alimentación. Lo más aconsejable es empezar el día con un buen desayuno, a lo largo de la etapa tomar alimentos ligeros y energéticos, y hacer el ágape más fuerte al final de día, una vez acabada la etapa y más descansados.

Las primeras etapas. Deben ser moderadas, tanto en distancia como en ritmo para ir acostumbrando el cuerpo a la nueva vida itinerante. Hacer 35 ó 40 kilómetros el primer día es fácil; no lo será tanto levantarnos al día siguiente y retomar la marcha. Por lo tanto, son estos 4 ó 5 primeros días los más delicados, y en los cuales es normal padecer dolores musculares, especialmente en las piernas, espalda y hombros.

Los peligros de la carretera. Siempre que andemos por carretera o tengamos que cruzar una, debemos hacerlo con mucha precaución. Hay que tener en cuenta que el peso de la mochila y el cansancio retardan los movimientos en caso de necesitar una reacción rápida. Además, siempre debemos andar por la izquierda para tener a la vista los coches que circulan más cerca de nosotros, y hacerlo cuanto más alejados de la calzada mejor. Afortunadamente, y en especial en el Camino Francés, hay pocos tramos de camino que transcurran por carreteras con tráfico.

Andar de noche. Es poco aconsejable y, en todo caso, se debe llevar ropa reflectante para que los automovilistas vean claramente nuestra posición.

Coche de apoyo. Excepto en el supuesto de un impedimento físico importante, es innecesario y desaconsejable disponer de un coche para transportar las mochilas. El principal motivo es que limita la libertad de decidir en cada momento dónde hacer noche, y la libertad de ir haciendo las cosas según vayan surgiendo sin depender de unos condicionantes que no forman parte del propio Camino. Además, el cuerpo se acostumbra en pocos días a andar con el peso de la mochila y, si éste no es excesivo, no supone un esfuerzo demasiado superior al de andar sin este peso. Como es lógico, en la mayoría de los albergues se da prioridad de plaza a los que van a pie o en bicicleta respecto a los que llevan coche de apoyo.

La señalización. Todo el recorrido está señalizado con flechas amarillas. A veces se añade otra simbología según la comunidad autónoma o provincia. Así pues, es poco frecuente perderse, y aún menos en el Camino Francés. De todos modos, si esto ocurriera, tan solo es necesario un poco de tranquilidad y paciencia hasta reencontrar el camino. Además, en último extremo, siempre habrá alguna carretera que nos permita llegar al siguiente pueblo.

Objetos de valor. Afortunadamente, los casos de robos en los albergues son muy poco frecuentes. De todos modos, y especialmente en los albergues más grandes, es necesario tomar las elementales medidas de seguridad y no dejar olvidados los objetos de valor mientras estamos, por ejemplo, en la ducha o paseando por la población. También hay la posibilidad, de hecho la más frecuente, de dejarnos alguna cosa olvidada en alguna de las múltiples paradas habituales a lo largo de una etapa (bajo un árbol, en un bar, etc.). Y por último, también debemos tener en cuenta que es difícil tratar delicadamente el material sofisticado que transportamos en la mochila, como por ejemplo las cámaras fotográficas réflex. Así pues, como conclusión, podemos afirmar que los objetos de valor o delicados y los largos caminos a pie son poco compatibles. Además, una de las gracias de los caminos a pie es hacerlos despreocupadamente, sin tener que estar pendiente de si perdemos esto o se nos rompe aquello.

Carga de la batería del móvil. En los albergues (si hay alguna excepción, la desconozco) no hay ningún inconveniente en usar los enchufes libres para cargar la batería del móvil. Dado que el número de enchufes suele ser mucho menor que el número de plazas, debemos hacer un uso racional y no tener el móvil en carga más tiempo del necesario.

Secar las botas. Si han quedado empapadas por la lluvia, un pequeño truco para secar las botas por dentro, cara a emprender el camino al día siguiente, es poner varias hojas arrugadas de periódico bien apretadas. Al cabo de unas tres o cuatro horas las sacamos y ponemos otras. Con dos o tres veces que repitamos esta operación será suficiente para que el papel absorba toda el agua y las botas nos queden bien secas.

¿Qué Camino elegir? El auténtico Camino de Santiago, y el más fiel a la esencia de las antiguas peregrinaciones, es aquel que empieza en la misma puerta de nuestra casa. Pero es obvio que hoy en día, para muchas personas, las obligaciones laborales y familiares limitan el número de días disponibles para andar. Además, los Caminos menos concurridos suelen presentar algunas dificultades importantes: carencia de albergues y de alojamientos, señalización austera, largas distancias entre poblaciones, soledad, etc. Así pues, para los más neófitos no hay duda, el Camino más adecuado para una primera toma de contacto con el mundo peregrino es el Camino Francés. Éste es el Camino más asequible, por la gran cantidad de albergues, alojamientos y servicios, por la poca distancia entre las poblaciones, por la buena señalización, por los numerosos peregrinos que encontraremos, etc. También porque el Camino Francés es el más rico en monumentos, historia y cultura (junto con el Camino de Le Puy). Para aquellos que ya hayan recorrido este Camino y, por lo tanto, tengan algo de experiencia, el número de otros Caminos interesantes para andar es casi ilimitado: el Camino Aragonés, el Camino del Norte, el Camino de la Plata, el Camino Catalán, etc.

¿Empezar desde Roncesvalles o desde Saint Jean Pied de Port? Para aquellos que quieren hacer el Camino Francés esta es una duda habitual. La etapa de Saint Jean a Roncesvalles es la más dura de todas, no tanto por la distancia como por el fuerte desnivel, superior a los mil metros. Así pues, para quien no esté avezado a las largas caminatas por la montaña es aconsejable no arriesgarse y partir desde Roncesvalles, haciendo etapas suaves los primeros días. Para los más montañeros y mejor preparados no hay duda que sí vale la pena empezar desde el precioso pueblo del País Vasco francés y recorrer una espectacular etapa que cruza los Pirineos.

¿Es necesario comprar una guía? ¡Qué tiene que decir alguien como yo, que soy el autor de una! Pero bien, esforzándome en dar una respuesta objetiva diré que para hacer el Camino Francés no es imprescindible; para cualquier otro Camino sí. Como todas las respuestas simples, se debe matizar.

¿La credencial caduca? No, puede usarse sin ningún problema de un año para otro, incluso habiendo llegado a Santiago.

El Camino Francés está tan bien señalizado y dispone de una red de albergues y de servicios para los caminantes tan amplia, que con una sola hoja con un cuadro con las distancias entre las poblaciones y los servicios que estas ofrecen será suficiente para hacer el Camino sin problemas. De hecho, son bastantes los peregrinos que tan sólo llevan esta información y no tienen especiales dificultades. Ahora bien, si es la primera vez que vamos al Camino, le sacaremos mucho más partido si nos preocupamos un poco en conocer algo más: los monumentos más importantes y que merecen una visita, un poco de historia y cultura sobre los pueblos por donde pasamos, algunos datos sobre el paisaje y la geografía, una pequeña descripción de las variantes del recorrido, etc. Cierto es que cada uno va al Camino con sus inquietudes e intereses, y que el arte es tan solo un aspecto más de un trayecto en muchos sentidos apasionante, pero, aún así, me parece una lástima que, por ejemplo, algunos peregrinos pasen por Redecilla del Camino sin tan siquiera molestarse en entrar en la iglesia parroquial para ver, aunque sea un momento, la magnífica pica bautismal románica. En internet podemos encontrar abundante información sobre este Camino (en esta misma web en la página de los Caminos Principales) y, por tanto, no es imprescindible comprar ninguna guía. Ahora bien, en mi opinión, la calidad de la información y el nivel de detalle de los mapas, hoy en día, es superior en las guías escritas que en las guías virtuales.

En comparación con el Camino Francés, los otros Caminos tienen un nivel de dificultad superior. Por lo tanto, a no ser que uno tenga un espíritu muy aventurero, es aconsejable hacerse con una buena guía.

Las etapas programadas y las prisas. No es necesario decir que cada uno puede hacer el camino como quiera y, además, los consejos moralizantes no forman parte del estilo de esta web. Pero sí me permito hacer una reflexión en voz alta. Bien, mejor dicho, una reflexión por escrito.

Pocas cosas hay más agradables que andar libre sin prisas y sin preocupaciones, disfrutando con intensidad de todo lo que nos ofrece el Camino. Pocas sensaciones son tan placenteras como dejar que sea el mismo Camino y nuestras circunstancias las que nos marquen los hechos y el ritmo. Pocas cosas hay mejor que empezar el día sin saber en qué población terminaremos la etapa. Y pocas, bien pocas cosas, son comparables a hacer una siesta bajo un roble o aproximarnos a un pueblo mientras la tarde cae…